El informe, publicado en PLOS One journal, centraba en la influencia de los abuelos que no son los principales cuidadores de los niños, pero sí tienen una presencia significativa en sus vidas, en tres áreas: alimentación y peso, actividad física y relación con el tabaco.

Los padres de los diferentes estudios tienden a describir a los abuelos como demasiado “indulgentes” con los niños, con tendencia a darles más comida de la necesaria (cebarlos, en román paladino), darles comida con mucho azúcar o grasa, usar la comida como una “herramienta emocional” (chantajes, premios… eso tan desaconsejado para tener una sana relación con la comida, recordad a Julio Basulto y que hay que respetar el apetito de los niños, el “no quiero más” y el “tengo hambre”) y peor informados que ellos.

En el estudio apuntan que hay abuelos muy activos y abuelos sedentarios, y tanto lo uno como lo otro influye en los niños. Respecto al tabaco, parece que los abuelos fumadores tienden en mayor medida que los padres fumadores a darle a ese vicio insano delante de los niños.

Sobra decir que fumar delante de los niños, incentivar su sedentarismo y el consumo de alimentos con exceso de azúcar, grasa o procesados, activando además mecanismos que fuerzan a comer a los niños, que les identifican la comida poco recomendable  con un premio o recompensa, no beneficia precisamente la salud de los niños. No conviene olvidar que hace poco fue noticia que El número de niños obesos en el mundo se multiplicó por diez en las últimas cuatro décadas.

También sostiene que muchos padres se sienten incapaces de interferir por la confianza que les tienen, también por la ayuda que los abuelos les prestan.

En la balanza de la relación, mejor callar o protestar poco si abusan de los dulces o en algunos aspectos educan de manera que nos chirría, teniendo en cuenta todo lo demás y que lo hacen con la mejor intención.

No sé en vuestro caso, pero en el mío sí que sucede. La única línea roja, lo único que no toleraría, sería el que convirtieran a mis hijos en fumadores pasivos.

Y que conste que muchos padres caen (caemos) en errores similares. No es patrimonio exclusivo de los abuelos ni mucho menos, aunque este estudio haya puesto el foco en ellos.

¿Qué sería de muchos de nosotros sin los abuelos? Aquel niño que tiene un buen abuelo, tiene un tesoro. Sus padres también. Y no me refiero ni mucho menos solo a cuestiones prácticas, de intendencia.

En mi caso particular, si el peaje son unos pocos caramelos, bienvenidos sean.

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